Manuel Millán, El Pelao

Tras analizar el romance, toca ver esta vez la vida de su protagonista, Manuel Millán, así que eso es lo que se va a realizar en esta entrada:

Manuel Millán Gascón, más conocido como el Pelao de Ibdes, fue un famoso bandolero del siglo XVII que nació el 1 de enero de 1643 en Ibdes, noticia que sabemos dado que aparece así en los libros parroquiales de Tarazona. Además, gracias a esto conocemos que fue bautizado por el vicario Licenciado Pasamontes, siendo sus padrinos Tomás Villar y Ana Jordán (pertenecientes a familias conocidas de la comarca). Otro dato importante en relación a su nacimiento es que era costumbre nombrar al infante recién nacido con el santoral católico correspondiente y, en este caso, el día 1 de enero era San Manuel.

Sus padres eran Martín y Theresa, un matrimonio de campesinos de la localidad. Sin embargo Manuel pronto dejó claro que lo suyo no era la agricultura, sino más bien el conseguir dinero con menos esfuerzo, aunque para ello tuviese que robar y matar.

Comenzó sus andanzas a muy temprana edad, comprometiendo a sus padres con pequeños hurtos. Es ya en 1658, contando con 15 años, cuando empieza su historial delictivo robando a sus vecinos. Es por eso que pronto el pueblo se le hizo pequeño para sus fechorías. Tras eso comenzó a asaltar caminantes entre Aragón y Castilla, por tierras de la localidad ibdense, Tarazona y Almazán, aunque después fue hacia Levante y Andalucía.

Atendiendo al romance de ciegos impreso en 1760 en Valencia (descubierto por don Alfonso Fernández), conocemos varios hechos truculentos:

El primero de los crímenes es el de dos religiosos a los que robó, desnudó y mató, hiriéndolos con armas blancas (dado que el romance versa …los robó, y estando en cueros pudo desabotonarles…; en este sentido, desabotonar, además de significar sacar los botones de los ojales y abrirse el capullo en flor, quiere significar, metafóricamente, herir con armas blancas o de fuego). Además, el propio romance afirma que …juró matar a todos, porque callen…

El segundo delito recogido por el romance es el robo a dos nobles, a quienes también desnudó y amarró a un árbol en un monte para que perecieran de sed y hambre. Uno de ellos falleció, pero el otro no, así que lo mató de un tiro, dado que seguía vivo tras siete días.

La vida de los demás, por lo que vemos, le importaba poco, tal es así que mataba sin reparo a quien fuera para quitarle lo que llevase encima. Así pues, pronto empezó a tener fama de bandido sanguinario, llegando a decirse de él que llegaba a quitar la vida a cualquiera por una simple moneda y a veces ni por eso. Por tal motivo, en su haber se contaban más de 100 crímenes.

El romancero cuenta, de manera exagerada, que …después de otros muchos robos, estupros, muertos y maldades, la Justicia le cogió… De este modo se abrió proceso y fue condenado a morir ahorcado; no obstante, esa pena se le conmutó por la de estar 10 años condenado a galeras. Sin embargo, logró escapar de la nave y continuó con lo que sabía hacer: delitos criminales.

Siguió con su vida hasta que recaló en Granada, donde casó y abrió un comercio de tejidos; pese a ello, Manuel continuó con sus robos, vendiendo luego los productos como legítimamente adquiridos. Continuó así hasta que fue detenido y encarcelado. En ese momento se fue de la lengua con sus compañeros de celda y uno de ellos le delató a las autoridades granadinas.

La noticia fue trasladada a la Audiencia Real de Aragón y su presidente, el virrey y príncipe de Cariate, ordenó que se cumpliese la Ley y que fuera ejecutado, a cuyo efecto dispuso que se le ahorcase en Daroca. Sin embargo, antes de ser ahorcado de manera oficial, fue capturado en tierras darocenses por hombres armados que solían pagar las ciudades o comunidades para su seguridad. Estos hombres lo colgaron en un árbol a las afueras de Daroca, tras lo cual se le colgó de manera oficial en el cadalso del municipio (el 16 de mayo de 1690, cuando contaba con 47 años) y, ya cadáver, fue trasladado a Zaragoza dado que estaba reclamado por la Justicia del Reino. Al mismo tiempo, fue paseado y exhibido a la gente por las calles de Zaragoza y mostrado en la picota durante varios días, hasta que, ya en putrefacción, se le dio sepultura.

Manuel Millán Gascón, como buen ibdeño, llevaba la formación religiosa que en su niñez había recibido y, antes de ser ahorcado, se arrepintió de sus crímenes, confesó y murió confortado en la fe y la esperanza.

Durante su vida se le conoció como El Pelao de Ibdes y, tras su muerte, con ese nombre se referían a él los ciegos que de plaza en plaza y de pueblo en pueblo iban contando y cantando sus andanzas y fechorías durante muchos años después. En 1760 se publicó un romance titulado “El Pelao de Aragón”, que no de Ibdes, tal vez por la difusión del personaje fuera de la tierra aragonesa.

La historia, grosso modo, es esa, pero aplicando los Fueros, Usos y Costumbres de Aragón a lo redactado hasta el momento, son deducibles los siguientes hechos.

El delito de robo con asesinato en descampado, el segundo que llevó a cabo, era castigado con la pena de muerte, luego la sentencia fue de ahorcamiento. Si se le conmutó fue porque los crímenes cometidos hasta el momento no habían sido tan numerosos como el romance versa, además de que todavía era un muchacho y, sobre todo, porque medió perdón de los parientes de sus víctimas.

Las víctimas conocidas hasta el momento habían sido dos religiosos y dos caballeros, los cuales nombra el romance. Estas son personas especialmente protegidas pero, al mismo tiempo, pertenecen a ámbitos más proclives a conceder el perdón dada su vinculación con la Iglesia, a la honorabilidad y por su superior formación.

El proceso se incoó y sentenció por el Justicia de Daroca, por cuanto en la orden del virrey para que se ahorcase al Pelao se dispuso que se ejecutase en esta ciudad, dado que el tribunal sentenciador era el competente para cumplimentar sus propias sentencias. Pese a ser juzgado en Daroca, no se deduce que los crímenes imputados fuesen realizados dentro de la comunidad de dicha ciudad, sino que fue detenido dentro de ella, siguiendo así la norma del momento.

Cuando se condenaba a muerte a un delincuente, pero dicha pena se le conmutaba por otra (destierro, galera u otra distinta), si el reo burlaba su cumplimiento, automáticamente quedaba sin efecto la conmutación y se ejecutaba la pena de horca, salvo consentimiento de la víctima o de sus familiares e indulto del virrey; en otro caso el virrey disponía su ejecución. En ambos supuestos, la resolución se inscribía en el libro de Reales Provisiones de la Audiencia.

Los fueros disponían que las ejecuciones debían realizarse de sol a sol y en el lugar de cada ciudad donde habitualmente se realizasen, generalmente en la plaza del mercado, siendo delito ejecutar en descampado o de noche, con el fin de evitar contrafueros. De este modo, el Pelao tuvo que ser ahorcado en una plaza de Daroca, pero su cuerpo sería enterrado en San Pablo, dado que esa era la costumbre seguida con los ejecutados en Zaragoza.

Por el romance conocemos que el virrey que ordenó la ejecución fue don Carlo Antonio Spinelli y Sabelli, príncipe de Cariati, duque de Castrovillari, conde de Santa Cristina y de la Escala, quien fue virrey de Aragón desde 1688 hasta 1691; en estos tres años ejecutó al Pelao, cuando todavía no había cumplido 50 años.

Bibliografía:

Aranaz Esteban, P.; Comentarios al romance “El Pelado de Aragón” en «El Pelado de Ybides», nº 5, 1994, pp.3-4

Aranaz Esteban, P.; Una nueva interpretación del dibujo de Goya “El Pelado de Ybides” en «El Pelado de Ybides», nº5, 1994, p. 5.

Vicente de Cuéllar, B.; El Pelao de Ibdes según los fueros de Aragón en «El Pelado de Ybides», nº11, 1997, pp. 6-7.

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