Patrimonio desaparecido

En esta ocasión, abordaremos el estudio de la Ermita de San Daniel y los retablos que en ella se encuentran. Antes de comenzar, pido perdón por algunas fotografías, dado que no tienen la suficiente calidad, pero no he conseguido otras mejores.

Tenemos que retroceder hasta la Reconquista, tras ella las apariciones y hallazgos milagrosos de imágenes fueron un motivo recurrente con el fin de avivar la fe y exaltar los ánimos en lucha contra los infieles.

En aquellos momentos predominaron las referidas a apariciones marianas, casi siempre a imágenes encontradas milagrosamente tras un fenómeno luminoso o sonoro y que, al ser alejadas del lugar del suceso, con el fin de su veneración, retornaban al mismo sitio misteriosamente hasta que se cumplía la voluntad de la Virgen y se construía un nuevo edificio en el que los fieles le dieran culto.

En la comarca de Calatayud, donde se encuentra Ibdes, podemos basar la tradición de la aparición de la Virgen a Daniel, cuya imagen románica fue encontrada milagrosamente por un pastor. Datada por Francisco Abbad Ríos en el siglo XII, bien podría ser titular de la iglesia del Castillo de Ibdes, que ya existía en 1182 a tenor de la bula otorgada por Lucio II, cuyos muros sirvieron después para la edificación de la actual iglesia parroquial (s. XVI), o tal vez fuera traída por algún miembro de la Orden de Hospitalarios de San Juan. Según José Esteban Lorente, se instalaron en Ibdes hacia 1150, quienes edificaron una casa y posteriormente, en 1170, erigieron una iglesia-convento abriendo, al mismo tiempo, la capilla de la Virgen de la Soledad.

Dicha imagen, posiblemente oculta durante la Reconquista de la comarca bilbilitana, fue hallada por Daniel en el Monte Felix y trasladada a la iglesia de San Miguel, desde donde retornó varias veces al lugar de su aparición hasta que se construyó la ermita en su honor.

El actual edificio se corresponde con una construcción de tapial y ladrillo que constituye una mezcla de añadidos datados del siglo XVII, pudiéndose aproximar la fecha de su ampliación hasta 1666. En este momento el vicario general de Calatayud decreta la prohibición de mover la imagen de su lugar, posiblemente licitando la remodelación del inmueble (que ya existía en 1464) y la construcción de un retablo que albergara a la Virgen de manera definitiva.

La imagen románica

La talla de la Virgen de San Daniel era de pequeño tamaño, siguiendo la tónica de las vírgenes románicas del siglo XII. Realizada toscamente en madera, su factura correspondía a un diseño tradicional, encajándola en la tipología que seguía la influencia bizantina, es decir, una imagen sedente, entronizada y mayestática. Presentaba una frontalización muy acusada y aparecía inmutable ante el espectador, sin movimiento. Tal es así, que parecía servir de trono a su propio hijo, quien estaba sentado sobre sus rodillas. Así pues podemos indicar que es una virgen theotokos.  

Ataviada con túnica y capa, queda envuelta totalmente por el manto que caía desde su cabeza, rodeaba el rostro anudándose bajo la barbilla y dejaba al descubierto los pequeños pliegues del vestido, pero tan solo se intuye. El niño llevaba la misma indumentaria y ambos mostraban unos pequeños y simétricos pies. Parece ser que era morena y bastante expresiva, de esta manera la Virgen reflejaba una incipiente humanización del rostro, quien comienza a adquirir la dimensión de Madre.

Virgen de San Daniel, archivo DARA

La cabeza se ceñía con una corona de oro de época posterior, posiblemente del siglo XVI, compuesta por dos partes: la corona real propiamente dicha, con un significado de realeza al que hay que añadir el de maternidad divina. Sobre ella cruzaba un nimbo de estrellas y rayos de luz, aludiendo estos símbolos a los postulados de la letanía del Rosario y quedando de manifiesto que es María la que debe ser venerada como Reina y como Madre.

La imagen, que presidía la ermita alojada en una urna avenerada en el cuerpo central del retablo mayor, fue robada en 1977. Sin embargo, actualmente se conserva una copia o réplica realizada por José Luis Triguero, obra que fue bendecida por Juan Pablo II.

El retablo mayor

Fue desmantelado y expoliado en 1987, de modo que lo conocemos gracias a las aportaciones gráficas de D. Isidro Alonso y al Archivo de Arte Aragonés (en concreto al fotógrafo Juan Mora Insa), pudiéndonos aproximar así a las características estructurales y estéticas del mismo, el cual albergaba la imagen de la Virgen románica.

Presidía la cabecera de la nave, adaptándose en su composición al edificio y encajándose a la perfección en altura a la bóveda de lunetos con la que se cubre la capilla. La estructura del mueble muestra la tipología de retablo que comienza a generalizarse a mediados del siglo XVII.

Estaba formando por un banco, delante del cual se colocaba la mesa de altar, de la que arrancaba el cuerpo principal. Sobre un friso ornamentado de roleos, guirnaldas y cuatro pedestales decorados con pinturas de varios santos (probablemente los cuatro padres de la Iglesia: Agustín de Hipona, Gregorio Magno, Ambrosio de Milán y Jerónimo de Estridón), se asentaban columnas salomónicas que dividían la zona central en tres calles.

Retablo mayor antes del expolio, Archivo DARA

En las calles laterales se localizaban las obras que componían el programa pictórico: a la derecha la Visitación y a la izquierda la Aparición de la Virgen con manto campaniforme, de época posterior al resto del retablo.

Las cuatro columnas, rematadas con capitel compuesto y muy decoradas con hojas de vid y racimos de uvas, sustentaban un entablamento muy volado con arquitrabe, friso decorado con motivos vegetales, canetes y cornisa. Remataba todo un frontón curvo y partido. Estos elementos daban paso, a su vez, a un ático que repite la decoración vegetal del cuerpo inferior y cuyas columnas, también salomónicas, enmarcan una pintura que representa la Virgen con el Niño y un perrito.

Retablo mayor expoliado

Otro entablamento coronado por volutas y un jarrón, que seguía la misma estética que el del cuerpo inferior, remataba la obra en altura. A ambos lados quedaba flanqueado por volutas, motivos florales y pirámides de tradición herreriana. Para todo esto, se utilizó madera y yeso, policromado este último en tonos rojos, negros y azules.

La tipología de este retablo se corresponde con las que se fabrican en Aragón en un momento en el que arraigan las formas barrocas y se combina la función estructural con la decorativa. Tras los modelos manieristas, más clásicos y severos en sus formas y decoración, han dado paso a la estructura y ornamentación prechurrigueresca, formando un conjunto donde la columna salomónica se constituye como un símbolo eucarístico (zarcillos, hojas de vid, uvas…), inscribiéndose dentro de la tradición paleocristiana. Podemos integrar el retablo pues dentro de los modelos que comenzaron a elaborarse a mediados del siglo XVII (hacia 1666).

El programa iconográfico se basa en devoción mariana, representando escenas de la vida de la Virgen (la Visitación) y el Milagro de San Daniel, de características muy localistas. No obstante, hay que exceptuar la pintura que presidía el ático que, a tenor de la fotografía existente, podría tratarse de una obra pictórica de mayor calidad, tanto por su factura como por su temática.

Actualmente se conserva una copia o réplica del original, con diseño realizado por Jesús Solanas Donoso, fue entregado a la Cofradía de San Daniel a finales de septiembre de 2005 y éste, Jesús, recomendó su realización al taller Artemartínez en Horche (Guadalajara). El plazo de ejecución inicial, fue de dos años (teniendo que ser entregado pues en el verano de 2007). Finalmente, el montaje del retablo comenzó el 19 de julio de 2007, donde había gran parte de las piezas que eran nuevas, pero también había piezas restauradas (como el cuadro de la Aparición de la Virgen de San Daniel y el de la Virgen con el Niño). El coste del proyecto llegó a 35.438 euros, sufragado mediante donativos, tanto por los cofrades como por los vecinos del pueblo.

Retablo mayor actual

Los retablos laterales

A los laterales de la cabecera se encontraban un par de retablos interesantes también.

Uno de ellos es barroco y está dedicado a San Pedro. Estructurado en cuatro columnas salomónicas, decoradas con hojas de acanto de factura muy blanda que alternan con guirnaldas de flores y paños que, con su movimiento helicoidal, acentúan la sensación de movimiento ascendente. Los intercolumnios se ornamentan con cabezas femeninas, motivos vegetales y fruta. Un entablamento profusamente decorado y muy volado da paso al ático, donde una hornacina enmarca una reproducción de la Virgen románica y remata con un escudo propio de una dignidad eclesiástica (posiblemente la persona que encargó el retablo). Todos los elementos estructurales y decorativos aparecen dorados y policromados, presidiendo el cuerpo principal una pintura que representaba a San Pedro entronizado como Padre de la Iglesia con las llaves, libro, báculo, tiara y capa pontificia. Hoy en día, esta pintura está desaparecida.

Retablo de San Pedro

El otro colateral, de cronología anterior a los ya estudiados, se inscribe dentro de los que se fabrican a finales del siglo XVI y aportan ciertas novedades clasicistas al panorama de la mazonería de dicho siglo.

En este caso el retablo está totalmente dorado y se asienta sobre la mesa de altar. El pedestal, decorado con varias pinturas, da paso a unas columnas esbeltas y entorchadas que enmarcan la pintura central, de gran tamaño, y sustentan un entablamento muy sobrio, tan solo decorado con ovas. El ático sigue la misma composición que el cuerpo inferior y se remata por un frontón triangular clásico y desornamentado, al igual que las polseras laterales, que pudieron estar decoradas con motivos de candelieri, aunque no puede verse en la fotografía. Actualmente, desconozco la advocación del mismo.

El programa iconográfico, realizado en pintura sobre tabla, parece ser unitario, desarrollándose desde el pedestal hasta el ático, pero del que tan sólo se puede decir que se intuye la vida del santo titular, ya que todas las pinturas han desaparecido.

Ambos retablos colaterales sufrieron también el robo de varias de sus piezas, dejando únicamente parte de la estructura que ha sido reutilizada para albergar otras imágenes, intentando conservar así unos pocos elementos que permiten, junto con las fotografías aportadas, dar a conocer otro capítulo del patrimonio aragonés expoliado y desaparecido.

Bibliografía:

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